miércoles, 29 de diciembre de 2010

Sin mapa.

Hace apenas unos días, mientras ojeaba algunas páginas de internet, me encontré con un viñeta cuanto menos curiosa, que rezaba del siguiente modo:
Ley Sinde: sin papeles, sin futuro, sin decreto.
En aquel momento, supongo que sin pensar en el tema lo suficiente, me pareció algo de lo más gracioso. "¡Qué les jodan! No somos tan tontos como creen.", pensaba yo. La red se rebeló contra una ley que atenta contra uno de los principios del Estado de Derecho en el que supuestamente vivimos, pero la red, quizá, también se reveló como una de las muchas fuentes que los políticos, nuestros políticos, pueden consultar en caso de duda: páginas de ministerios hackeadas, pintadas, viñetas como la que yo leí, no hacían sino demostrar un sentimiento común de que un grupo grande de usuarios de internet está en total desacuerdo con una, de las múltiples que se acumulan se debe decir, prohibiciones de nuestro reciente gobierno.
Sin embargo, pensándolo fríamente, y analizando punto por punto, me di cuenta de que la mayor parte de personas con las que tuve oportunidad de charlar, se negaban en redondo a renunciar a la posibilidad de "ver películas sin tener que comprarlas" o "escuchar música".
No es necesario decir que me decepcionó bastante enterarme de esto. ¿Nadie más se dio cuenta de que la Ley Sinde era sólo el principio? ¿De que el futuro de miles de páginas se podría ver afectado por esta nueva modalidad de censura? ¿Y si uno de estos "revisores" de páginas, estimase que, por ejemplo, una determinada plataforma atenta contra la sociedad de autores por criticar a algunos de sus miembros? ¿La eliminarían también? ¿Y si fuera contra un político? ¿No nos acercaría eso, a pasos agigantados, he de decir, a un estado de censura?
Tal vez la gente debería empezar a valorar un poco más su libertad particular, y un poco menos el hecho de "poder ver la película que me da la gana sin gastarme seis euros". Quizá, el problema al fin y al cabo, sea que a nadie le importa ya expresar su opinión. Quizá, nuestra sociedad esté empezando a perderse, y, esta vez, no hay mapa que indique el camino de vuelta.

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