martes, 3 de noviembre de 2009

La segunda entrada

Hoy es uno de esos días en los que, mire donde mire, sola la veo a ella. Está en el reflejo del cristal, en el viento que sopla fuerte, en mis apuntes desordenados. Confío en no estar loca del todo, sino en que sea un día transitorio en que la melancolía se apodera de mí y me obliga a mirar a mi alrededor y darme cuenta de que no está. No es tanto el pensamiento constante que martilleaba mi mente al comienzo, sino recorrer calles y placitas y saber que no me sostiene con sus fuertes brazos, y no es su paso ligero el que me acompaña en el camino. Y es en esos momentos cuando más la extraño, y cuando tantos y tantos recuerdos acuden a mi mente...

Estoy nerviosa, creo que voy a vomitar en cualquier momento. Me siento, me levanto, voy al baño, me lavo los dientes, voy al ordenador, juego con un clip, lo transformo en corazón...
Por fin llaman al timbre. Voy corriendo, casi levito sobre las baldosas de la cocina y abro la puerta por fin. Veo su rostro, sus ojos marrones fijos en mi, y no puedo menos que sonreír, y sentime inmensamente afortunada por tenerla allí conmigo.
Lleva una camiseta verde con rayas blancas, y con un escotazo al que, una que no es de piedra, no puede evitar echar alguna que otra mirada. La invito a pasar con celeridad, confiando en tenerla en mi territorio lo antes posible: instinto animal que le llaman. Cierro la puerta y me giro rápidamente, agarrando su cintura y pegándola a mi todo lo posible. No puedo más y poso mis labios en los suyos en un roce ligero. Separo mi cara de la suya y la beso en la mejilla, sonriendo de nuevo. La imagen de mi misma en ese instante es la de qus soy una paleta de mucho cuidado, en cambio ella es la más hermosa mujer que yo veré jamás. Tomo su mano, con delicadeza, como si fuese mi mayor tesoro, que lo es. La llevo a mi habitación y nos sentamos en la silla, yo debajo, ella sobre mis muslos, y llevo mi manos sobre su cintura, atrayéndola hacia mí. Sonrío y miramos el tuenti, y vagueamos y perdemos el tiempo que ahoa descubro tan valioso. Me canso rápido de este jueguecito tonto nuestro, me levanto, me siento, siempre igual, la historia de mi vida es caminar de sitio a sitio, nunca quieta. Me tiro en la cama, confiando en que no tarde en venir a hacerme caso. Y así sucede, siempre igual, mi amor vuelve a mi, por muy cenutria que sea, por muy mal que me haya comportado allí estará ella para iluminar mi vida con su aliento y hacerme sentir que verdaderamente merezco ser tan feliz como soy. Se sienta a mi lado y me mira a los ojos. Probablemente diríamos muchas más cosas aquella tarde, pero lo único que recuerdo, siempre, hasta en los momentos de bajón en nuestra relación es aquella pequeña conversación:
-No sé, supongo, pero me siento culpable por todo lo que ha pasado, y además, no estás enamorada de mí. Joder, soy lo peor.-digo, y espero que diciéndolo en voz alta deje de martillearme este pensamiento.
Ella no dijo nada, absolutamente nada. Solo miró hacia mi mesita de noche, y yo lo supe. Y sentí tal estallido de emociones en mi estómago que creí que iba a morirme de amor, de felicidad.
-Porque no estás enamorada de mí, ¿verdad?pregunto estúpidamente, con una sonrisa que eclipsaría al mejor y más grande buzón del mundo.
Ella me mira, esta vez si, y el mundo ha acabado para mí. Porque llevo dos años soñando con escuchar esas dos palabras que, ahora descubro, no son para nada importantes, sino todo el sentimiento que enmascaran, el mismo que me hace sentir que formo parte del mundo y de las cosas del mundo. Porque ella me sonríe de nuevo, y me ama, y es todo lo que yo necesito ver, incluso antes de que pronuncie estas dos palabras que trato, día a día, de terminar de creer.
-Te amo.

.G.

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