miércoles, 2 de noviembre de 2011

La niña a la que no le gustaban sus orejas

Érase una vez una niña muy bonita, pero que cada vez que se miraba al espejo, se sentía abrumada por el tamaño de sus orejas. Su madre, como todas las madres de este mundo, le decía que no se preocupase, y que, en realidad, sus pabellones auditivos no eran tan grandes. Sin embargo, la niña, que estaba en la edad del pavo, cada vez que se veía reflejada en cualquier superficie se sentía fatal consigo misma, y no dejabe de retwittearlo para ver si algún médico orejero se ponía en contacto con ella.
La niña buscó y buscó, pero ningún cirujano quería operarla de las orejas, porque era demasiado joven como para poner su vida en semejante riesgo, y, ya ves tú, sólo por una cosita tan pequeña, que, además, sirve para llevar pendientes, auriculares, trompas de Eustaquio y cera. Sin embargo, en su tuenti, recibió un día la contestación de un médico que estaba dispuesto a tratar su mal. La niña fue a verlo, muy atrevida y con lazos de colores, y cuando él le abrió la puerta, la niña se fijó en que era un médico realmente horroroso. Tenía una verruga en la nariz tan grande como la torre Eiffel, era calvo y gordo. No obstante, en su cara redonda se perfilaba una sonrisa radiante, y la niña rápidamente se sintió confiada. Él la llevó a su despacho, lleno de radiografías de manos y pies y títulos que le acreditaban como doctor. Sin embargo, antes de hacer nada, el médico cambió su bata blanca y sosa por otra con estrellas amarillas, planetas y satélites y dejó el estetoscopio sobre la mesa, cambiándolo por un sombrero de pico. La niña, alucinada, pidió socorro a sus amigas por blackberry messenger, pero ellas pasaron, porque estaban viendo "Otra movida". El médico se confesó un seguidor enfermizo de las técnicas parasanitarias y la llevó a otra sala más pequeña, situada justo al lado de ésta. Allí, lo único que se encontraba a plena vista era un espejo de medio cuerpo, que reflejó inmediatamente la pequeña figura de la niña. El médico dijo:
-Este es un espejo que acabo de comprar en los chinos. Mírate.
La niña se miró y se vio fea y morena, con la cara demasiado ovalada, la frente demasiado ancha y los ojos muy chiquititos.
El médico le tendió otro espejo, más pequeño, y dijo:
-Este es un espejo mágico, y te reflejará la imagen que tú quieras tener.
La niña se miró de nuevo, y volvió a ver la figura de la primera vez, con aquellas orejas sobresaliendo.
Sintiéndose estafada, miró al médico interrogante.
-No te estás mirando bien, pequeña niña - dijo.
Exasperada, volvió a mirar el espejo. Esta vez, sus orejas le parecieron un poco más pequeñas, y su nariz, elegante y majestuosa, perfecta. Alzó los ojos y sonrió, notando cómo con cada nuevo vistazo se veía más y más bonita, dándose cuenta de cosas que hasta ahora había ignorado, como su perfecto tono moreno de piel, y la mota negra en sus ojos marrones. La niña se sintió más feliz que nunca, y, con timidez, le pidió al médico si podía llevarse el espejo para verse siempre bonita.
-Por supuesto que puedes, niña - dijo él - con la condición de que no vuelvas a quejarte de tus orejas nunca más.
La niña aceptó y, feliz, se llevó el espejo, pero, cuando bajaba las escaleras, le dio la vuelta y vio una pegatina naranja que ponía 0.60. El médico era un auténtico estafador por haberle cobrado por la consulta 30 napos, y gastarse sesenta céntimos en un espejo cutre, pero, como se sentía guapa y pagaba mamá, no pasó nada más.

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